viernes, 24 de octubre de 2008

INFORMACIÓN, BIBLIOTECA Y BIBLIOTECÓLOGOS

Por Ronald Paúl Pajuelo Aguirre
Bibliotecología-UNMSM
paulronald28@yahoo.es


“La biblioteca ha formado parte imprescindible de mi vida…”
Karl Popper


El hombre en el curso de su existencia ha necesitado información para resolver sus problemas esenciales, para compartir un terreno común de creencia, y opinión con los de su entorno. La información hace que el individuo, a través de su paulatina desestructuración racional, edifique un mundo semiótico; un imaginario sensorial en el que piense acerca de la relación que liga al fenómeno con el ser del cuál es fenómeno; como sobre la relación que lo une al yo para quién es un fenómeno.

En nuestro país se necesita información para hacer realidad nuestros derechos y deberes; para mejorar nuestras condiciones de vida actual y fundamentalmente, para reducir las brechas de pobreza reconociendo la dignidad humana y la autonomía individual de todos los peruanos. Esta conciencia histórica sirve de basamento ontológico para las bibliotecas representadas como los principales lugares, donde la mayoría de los documentos formales e informales –textos, imágenes, mapas, etc. – se coleccionan, se registran, se conservan, y están a disposición de todos para su recuperación.

Lastimosa y deplorablemente el Perú no valora sus bibliotecas, éstas no se han desarrollado adecuadamente por problemas culturales y económicos. La carencia de bibliotecas no solo afecta en la construcción de la ciudadanía, sino que repercute en la determinación de mejores decisiones en todos los sectores y a todos los niveles de responsabilidad; más aún cuando nada se habla de las grandes mayorías excluidas del sistema cultural, como si ellas fueran verdaderamente ciudadanas. Si recordamos al abyecto personaje: Vladimiro Montesinos, ¿Por qué era el hombre más poderoso del país? La respuesta es clara: Porque poseía información valiosa acerca de todos los ámbitos sociales de nuestro país; esta información enajenada, organizada, administrada le permitía el control máximo del país.

Pero, basta ya de solo administrar la coyuntura; necesitamos una atmósfera decididamente libresca para que así, los libros y las bibliotecas formen parte de nuestra vida mucho antes de poder leerlos o acceder a ellos, logrando así, que el primer libro provoque en los lectores una impresión grandiosa y duradera.
Ahora bien, al introyectar el binomio articulado lector-libro en una determinada categoría espacio-temporal, podemos formular la instalación de un actante dual: dos programas del hacer paralelos, dominados por el querer idéntico de dos sujetos que se despliegan así sobre la isotopía figurativa de la lectura. Anunciada, inicialmente, por la contigüidad espacial de los dos actores; el efecto se afirma mediante la asunción del programa conjunto, así como por la intercomunicación considerada como un recíproco.

Avizorando también a cada contenido como una obra-expresión, es decir, obra como el contenido conceptual que subyace a todas las versiones lingüísticas de un libro, y expresión como el contenido intelectual de una publicación.
En el marco de este escenario: los bibliotecólogos, aquellos que desarrollan ciencia teórica y aplicada en el contexto bibliotecario, tienen mucho que aportar siendo conscientes de su realidad; y sin emular, acaso, aquel impetuoso incidente entre las afirmaciones de Popper frente a Wittgenstein, y el atizador que solía usar como batuta de director para recalcar sus afirmaciones, o cual reflexión heideggeriana: de la organización sin raíces del hombre-medio.

Pues, son los profesionales de la información quienes conforman la conciencia y el referente social de una cultura informativa; que debe ser enarbolada desde todos los ángulos sociales, políticos y económicos para la defensa de los derechos, libertad y legitimización social del uso sistémico de la capacidad de evaluar críticamente la calidad de la información.

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