viernes, 24 de octubre de 2008

NUESTRA TENDENCIA COMO PERUANOS

Por Ever Contreras Quiliche
FILOSOFÍA-UNMSM
everlen@hotmail.com


Quiero empezar diciendo que, ni las personas bien informadas -ojo: no quiero decir que tengan un conocimiento profundo y reflexivo de las cosas mismas- ni aquellos que solamente se dedican a pensar, sin tener una información adecuada, son personas de buen talante en el conocimiento. Enfatizo en esto porque hoy nuestra tendencia jactanciosa de tener dos carreras profesionales, de estar con la tecnología en la mano, de informamos en cuestión de minutos de los acontecimientos del mundo, entre otras cosas más…: son verdaderos problemas; puesto que, cuando afrontamos un problema real y cercano no sabemos cómo solucionarlo. Todo ello, porque en los últimos tiempos nunca nos enseñaron a pensar, ni a ser críticos constructivos -ni siquiera en las universidades-, sino tan solo a llenarnos de información como mismas computadoras. Y tan pronto nos agobian los problemas; nuestros ojos miran el camino de la huida, de la retirada estúpida, dejando la traba para que otros lo solucionen, y lo peor -en grado sumo- es que, quienes se corren son los intelectuales, “dizque se llaman así”.

Aquí unas palabras fotográficas de un filósofo peruano: «(…) vemos que existe un grupo de peruanos [por no decir, casi, todos] que no pueden o sienten que no pueden vivir plenamente sino fuera de su ‘nación’. Es el fenómeno bien conocido de la distancia que separa física y espiritualmente del ‘país’ a los intelectuales, a los profesionales distinguidos, a los hombres que disponen de considerables recursos económicos (…)»1. Eso fue lo que vivió, Bondy, en su contexto. Pero esa realidad no ha cambiado en nada; sino más bien, en las tres últimas décadas, ha ido agravándose el comportamiento espiritual de los peruanos. Ya tenemos al “caballerito”, que después de leer un periódico cree que así, han sido las cosas; que así es la realidad como lo explican algunos periodistas, de acuerdo a su modo de ‘pensar’.

Es lamentable que así sea nuestra tendencia como peruanos; pero todo ello se da con el agravante de estar preparándonos (desde la escuela a la universidad) para llegar a tener, mas no llegar a ser. Ahí tenemos al que se ufana de tener tres carreras profesionales, cinco carros, seis casas, etc. Pero, ¿te has realizado cualitativamente en tu “ser”? Producto de ello tienes al universitario, -en su gran mayoría- imbécil bien cambiado pero que habla estupideces y con una lógica primitiva que avergüenza a tu institución o donde se encuentre. Es decir, lo que se está perdiendo en estos tiempos es la búsqueda del desarrollo cualitativo, y justamente esto es lo que hizo grande en materia de cultura a muchas naciones; les hizo grandes a muchos personajes de la intelectualidad universal, que en ningún momento se preocuparon primero en abrazar fatalistamente el amor a lo cuantitativo. Lo que dicen muchos: desarrollo de un país no es solamente construcción de edificios, y eso es muy lógico ya que de no ser así estaríamos dejando de lado el aspecto cultural, lo cual sería un crimen contra la humanidad.

Por otro lado, esa tendencia que tenemos los peruanos se impone desde las instituciones más grandes hasta las más pequeñas, en las que se saborea la indiferencia de ciertas personas de cargos elevados, que ya no se creen peruanos -sino norte-americanos-, a pesar de que su rostro arrastra los rasgos genéticos de serrano -eso somos- que los delata desde una milla, y que sin embargo maltratan a sus semejantes; a lo que Juan Abugattas (filósofo sanmarquino, 1949-2005) llamaba “la cultura del vivo, del pendejo”. Pero, lamentablemente nuestro espíritu de peruanos así funciona (lleno de subjetivismo infantil), como una veleta que apunta a donde el viento de los intereses personales sople, mas no buscando los intereses del conjunto; de un todo que se pueda apreciar como Perú.

Si creen que me estoy desviando demasiado, preguntémonos: ¿Por qué tuvimos un presidente extranjero como lo fue Fujimori? No fue para muchos, que botaron tan solo porque les gustaban sus ojos, o porque les caían bien sus rasgos asiáticos, pero no les importaba si era peruano o no, ¡y vaya que la Prensa lo apoyó a más no dar! Claro, como también estaba en juego sus intereses económicos poco le interesó el país, o mejor dicho los provincianos de pueblos alejados -que carecen de luz y que sus productos agrícolas durante siglos se van por el desagüe. Y cuando hoy, esas provincias olvidadas, salen a protestar es muy fácil apuntarles con su maldito dedo, y acusarlos de terrorismo (a campesinos que ni siquiera saben leer o escribir su nombre). ¡A eso llaman democracia en el Perú!; y así quieren imponerlo, a tal punto que cuando observamos críticamente nos damos cuenta que en estas últimas décadas la democracia ya casi en nada se diferencia de las dictaduras fascistas. Pero, como nuestra tendencia de peruanos es baja en hábitos de lectura: somos los que menos leemos; entonces lo dejamos pasar por alto, ¡pero no es culpa de las personas, sino del sistema educativo que se maneja, desde lo alto!

Y así, la misma tendencia y lógica se maneja en las universidades. Tenemos al profesor que te habla de moral, ética, y que te sigue hablando de valores como si fuera un obispo; que te culturiza, y te aconseja, pero que al salir del salón en nada se diferencia de la bestia que allá afuera pasta, del cerdo que busca lombrices bajo la tierra. En el salón te dice que es religioso pero afuera es ateo, si te dice que es ateo en la otra esquina es religioso fanático. Así, su hipocresía se va fumando en los salones; quizá sea legado de la mezcla exagerada de culturas, de la Griega hasta la actual, -que fuimos casi los últimos en recibir la imposición del pensamiento europeo-.

El pensamiento que maneja la mayoría de nuestros profesores, es que no hay verdad en qué basarse, todo es relativo; ¿entonces, en base a qué avanzamos? ¿Acaso tres más tres no son seis? ¡Esto no se niega porque son verdades bien fundadas, más no eternas! Además, nos dicen que no hay que prestar importancia a algunas cosas porque al fin y al cabo todo cambia, ¡así de bestias se comportan! Pero yo diría que sí existen leyes objetivas en la tierra y en nuestra sociedad; ahora, es otra cosa si se dijera como Thomas Mann: las leyes pueden romperse pero no negarse.
Otra cantaleta de nuestros profesores es que los pobres existen porque son ociosos (en algunos casos aislados es verdad) pero de ahí que generalicen, y digan todos los pobres son ociosos es una proposición falsa, más falsa que decir la tierra está en el centro del universo. Pero si observamos bien de cerca, nos daremos cuenta que algunos catedráticos juegan sus intereses obedeciendo a cualquier mandatario que ostente el poder; y el enfoque que le dan a sus clases es de acuerdo al gusto de dicho mandatario. Es decir, aunque lo nieguen gritando a todo pulmón siempre va estar presente el factor ideológico en el tipo de enseñanza que se dan en las universidades. ¡Hay que tener cuidado con el pensamiento de los profesores!

Y se complica la caricatura de nuestra enseñanza cuando los comentarios corren: el futuro está fuera del Perú, ¡vaya que tendencia leprosa! Entonces, te incitan a salir de tu patria corriendo todos los riesgos que le puede pasar a una persona, que a las justas sabe escribir su nombre. Y yo me pregunto ¿Qué hay de la Kola Real; cuyo dueño es la familia Añaños? ¿Acaso no buscaron el futuro en el corazón del Perú mismo? El problema es que hoy, en nuestras aulas de estudio, nos enseñan a odiar al ‘Perú’, esta palabra abstracta que para algunos es nada; nos enseñan el pesimismo, nos dicen que los peruanos somos malos en todo; pero cuando hay que criticar a los responsables se callan porque tienen que cuidar sus intereses.

Esta maldita tendencia que tenemos los peruanos se debe revertir, y la pregunta es ¿Cómo hacerlo?, esperaremos la ayuda de Dios, o es que también le seguiremos el juego a Alfredo Barnechea diciendo: la República está Embrujada -que es el título de su libro muy superficial La República Embrujada-. No, debemos empezar por la educación; por una orientación educativa que emerja de las entrañas mismas de nuestra cultura, sin llegar a odiar los otros tipos de culturas extranjeras; pero menos, hacer primar a estas últimas lo que sería quitar el espíritu a nuestra educación. Pero, los gobiernos: ¿estarán de acuerdo?

La reflexión y la crítica prácticamente se están borrando de los claustros universitarios. De ahí que se vive esta asquerosa tendencia como peruanos. Nos vuelven pasivos en el pensamiento. Y todos apuntan a largarse del Perú porque así nos educaron con la mente y los ojos mirando al extranjero y odiando al Perú, ¡con esa predisposición en la mente jugamos día y noche! No obstante, a quien desee cambiar las cosas o se convierta en un crítico, será visto como bicho raro, como un parásito que puede hacer daño. Es cuando afloran los sentimientos de egoísmo, de indiferencia entre peruanos de mil rostros, y así, tratan de acallarlo por su pensamiento. Ese es el precio que recibe quien ve las cosas de otra manera (que los amos del poder político, del poder del dinero, y también de las bestias que se crían bajo el brazo de la corrupción).

Si queremos mejorar las cosas en el Perú hay que extirpar ese círculo de aquelarre* que está en la política, en las universidades (vestidos de buenos profesores), en la prensa barata, en los clérigos, en los colegios, y en todo lo que apesta y causa daño al espíritu reflexivo y crítico. Pero, sobre todo, hay que aprender a aniquilar, en nosotros mismos, esa tendencia que tenemos los peruanos de dejar las cosas a medias. ¡Declaro absoluta desobediencia a los pensamientos que nos alejan de la realidad!

Este artículo -que concluyo escribiendo con pluma en mano- va dedicado a quienes piensan -como yo- que nuestras ideas no están simplemente para exhibirlas (al público), y ufanarnos de lo que tenemos -como muchos hacen-, sino más bien para comprometerlas con nuestra realidad (entorno social en donde nos desarrollamos a diario); con la finalidad de luchar contra estas miserias humanas que siempre, en el devenir de la historia han causado estragos colosales en nuestra sociedad. Pero estas miserias humanas que nos agobian, a los peruanos, sí son reversibles; solo que no hay voluntad política para ello. Y esta tarea a realizar no será fácil, pero tampoco imposible; será gris, pero dulce. Quienes la lleven a cabo serán aquellos que no correrán de su país, que en mil problemas verán una solución; y vale recordar al filósofo y escritor indio Rabindranath Tagore (1861-1941) con su máxima: «aunque le arranques los pétalos, no le quitarás su belleza a la flor»; y así será, aunque destrocen nuestros sueños a punta de garrote, nunca nos quitaran la esencia de nuestro sueño: un Perú socialmente unido, con justicia, con desarrollo para todos; mas no para una sola casta, que llega al poder de la presidencia cada cinco años.

Quizá algún estudiante de filosofía me objete diciendo que algunos de mis términos juegan a la ambigüedad y, además, que por el contenido de mi prosa me tilde de “utopista”. Pero, contesto a su primera objeción diciendo que mi intención en este artículo no es convertirlo en un diccionario filosófico, sino incitar al lector a que investigue ciertos términos. Con respecto a lo segundo, diré que todo ser humano lleva un su mente una utopía y por más pequeño que sea su anhelo, y mientras éste no se concrete, ya es una “utopía”. Quien me diga que es ajeno a esto es un pobre “dios” sin reino y sin hombres que lo adoren, ¡una utopía es una realidad por llegar… muchas se cumplieron con las personas que pensaron distinto a los demás!

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